Jasmine Carrillo, de 29 años, estaba trabajando en la cafetería con unos 40 alumnos de segundo grado y dos maestros cuando comenzó el ataque. Las luces se atenuaron, parte de un cierre total de la escuela que entró en vigor.
Tan pronto como ingresó al edificio de cuarto grado, dijo Carrillo, el hombre armado golpeó y pateó la puerta del salón de clases de su hijo Mario, de 10 años, y pidió que lo admitieran. Pero no pudo abrir la puerta cerrada.
En cambio, pasó a otros.
En las aulas comunicadas, Aula 111 y Aula 112, una pareja de profesoras, Eva Mireles e Irma García, también proyectaban una película, “Lilo & Stitch”, mientras los alumnos finalizaban sus clases. Uno de los profesores se movió para cerrar la puerta y aislar el aula del pasillo. Pero el francotirador ya estaba allí.
Miah Cerrillo, de 11 años, vio a su maestra regresar al salón de clases y el pistolero la siguió. Le disparó a un maestro primero, luego al otro. Ella dijo que disparó a muchos estudiantes en su salón de clases y luego fue donde el vecino y abrió fuego, dijo su abuelo, José Veloz, de 71 años, al transmitir el relato de la niña.
Luego comenzó a disparar salvajemente.
El eco aterrador de al menos 100 disparos sacudió la escuela mientras los niños en las aulas y los dos profesores fueron baleados y tirados al suelo. Eran las 11:33
No todos los niños que estaban adentro murieron en ese horrible momento. Varios sobrevivieron y se acurrucaron atemorizados junto a sus flácidos amigos. Uno de los niños cayó sobre el pecho de Miah mientras ella yacía en el suelo, dijo su abuelo. Temerosa de que volviera a su salón de clases, dijo Miah, tomó la sangre de un compañero de clase que había caído muerto y se la frotó. Así que ella se hizo la muerta.
Dos minutos después de que el tirador ingresara por primera vez a las dos aulas, varios oficiales del Departamento de Policía de Uvalde entraron corriendo a la escuela. Un par de policías se acercaron a la puerta cerrada de las aulas cuando se escucharon disparos en el interior. Los dos resultaron heridos (heridas por rasguños, como se describirían sus lesiones más adelante) cuando las balas atravesaron la puerta y los alcanzaron en el pasillo.