En la actualidad, se ha popularizado la “crianza respetuosa”, la cual ha provocado cambios significativos en la forma en que los padres, especialmente las madres, se valoran a sí mismos. En las redes sociales, ha surgido el hashtag #maternidadsinculpa, donde no solo hay publicaciones que animan a las madres que sienten culpa, sino también aquellas que satanizan sentir esta emoción.
Cabe mencionar que la culpa es la emoción que se produce cuando alguien transgrede o viola las normas éticas personales o sociales. Sentir culpa como madre no está mal, de hecho, es una buena señal porque nos indica que somos buenas madres. La culpa no es una emoción agradable, pero es necesaria para mejorar. Cuando nos equivocamos y la culpa nos visita, es el momento de evaluar lo que hemos hecho mal y darnos la oportunidad de perdonarnos y seguir intentándolo.
La experiencia de una madre ilustra cómo la culpa puede enseñarnos. Una noche, ella intentó ponerle la pijama a su hijo de dos años, pero él se negó y lloraba mucho. Demasiado agotada, le subió la voz y lo vistió a la fuerza. Al ver que no tomaba su leche, comenzó a preocuparse y descubrió que tenía el síndrome de pie, mano y boca, una enfermedad que causa ronchas en las piernas y manos. Luego de meses sintiendo culpa por no haber sido más paciente y atenta, aprendió a estar más pendiente de su hijo, observarlo y tratar de identificar el por qué de cada una de sus acciones, incluso de los berrinches.
En conclusión, sentir culpa como madre no es algo malo, sino una señal de que nos importa el bienestar de nuestros hijos. La culpa nos enseña y nos permite mejorar en nuestra labor de ser madres.