La duración de la siesta tiene una relación directa con la obesidad y el síndrome metabólico, según un estudio publicado en la revista Obesidad. Además, el momento de dormir y comer durante la noche, la ingesta de energía en el almuerzo, el tabaquismo y el lugar donde se hace la siesta son factores clave en esta relación.
Aunque una siesta corta, de menos de 30 minutos, al mediodía o primera hora de la tarde, puede ser reconfortante y ayuda a mejorar la atención y la productividad por la tarde, una siesta larga aumenta el riesgo de obesidad un 23% y de síndrome metabólico, un 40%. La Fundación Nacional del Sueño de los Estados Unidos recomienda una siesta de entre 10 a 30 minutos de duración, y alejada del momento de irse a la cama por la noche, para mantener el estado de alerta, mejorar el rendimiento o para tomarse un momento para uno mismo.
Los investigadores del estudio español concluyeron que el lugar donde se realiza este descanso diurno, así como su duración, pueden influir en la asociación entre las siestas y las alteraciones metabólicas. Además, cada etapa de la vida tiene su propio ciclo de sueño, por lo que las necesidades de sueño no son iguales para un niño, adolescente o adulto. La capacidad de dormir siesta está biológica y genéticamente programada en el ser humano, según explicó el neurocientífico Matthew Walker en su libro “Por qué dormimos”. La siesta también fortalece el sistema inmune y cardiovascular.